Sabes que ya formas parte del paisaje cuando dejas de decir “me voy a la playa” y empiezas a hablar de la Costa Blanca, la Costa del Sol, la Costa Brava, la Costa Verde… Cada una con su carácter, su microclima, su historia y, por supuesto, los rincones favoritos.
Conocer las distintas costas de España es como reencontrarse con esos parientes lejanos que siempre tienen algo que contar: distintos entre sí, pero igual de fascinantes. Así que ponte las gafas de sol, echa la toalla al coche y acompáñanos en esta ruta por los casi 6.000 kilómetros del litoral peninsular. Hoy nos centramos en las 10 costas más emblemáticas… pero que no se ofenda nadie: nos dejamos en el tintero algunos rincones costeros con tanta personalidad y belleza como los que aquí aparecen —y que también tendrán su momento.
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Costa Brava: el lienzo agreste de Cataluña
La Costa Brava hace honor a su nombre: abrupta, romántica, con calas escondidas que parecen sacadas de una novela de aventuras. Dalí caminó por aquí… ¿huyendo del mundanal ruido?, ¿buscando inspiración?
Entre acantilados y calas, aquí todo tiene fuerza… hasta el silencio.
Costa Dorada: la niña bonita
Al sur de Barcelona, la Costa Dorada ofrece playas de arena fina y planes para todos. Y entre baño y siesta, siempre cabe una escapada a la Tarragona romana.

Costa del Azahar: serenidad entre naranjos
Este tramo de Castellón huele a flor de azahar y suena más a mirlo que a discoteca. Tranquila, discreta, con alma. Una especie de Costa Blanca en versión introvertida, perfecta para quienes buscan silencio sin renunciar al mar.
Costa Blanca: vivir bien, a ritmo alicantino
Aquí la vida se saborea sin prisas, entre arroz al horno, paseos al atardecer y baños en playas que parecen sacadas de una postal. Desde la energía urbana de Alicante hasta la calma blanca de Altea o el encanto rural del interior, la Costa Blanca tiene ese don de hacerte sentir de vacaciones… aunque vivas aquí todo el año. Con más de 300 días anuales de sol, maratones de tapas y tardeo, rutas de senderismo, fiestas populares, deportes y actividades de exterior todo el año y hasta intercambio de idiomas en las terrazas, no es de extrañar que muchos la elijan para quedarse. Porque sí, sigue siendo un imán para extranjeros, pero cada vez son más los de aquí que se mudan buscando lo mismo: calidad de vida y un clima que no entiende de lunes.

Costa Cálida: calma, sol y sabor murciano
El Mar Menor es distinto a todo: cálido, poco profundo y perfecto para quien busca mar sin sobresaltos. Una piscina natural con vistas al Mediterráneo, ideal para relajarse, remar o simplemente dejarse llevar.
Costa Tropical: donde el Mediterráneo cambia de acento y de frutas
La costa de Granada es como una escapada al Caribe… pero sin salir de la península. Aquí crecen aguacates, el invierno se despista, y uno puede esquiar por la mañana y darse un baño por la tarde. Un microclima de esos que hacen que te lo pienses dos veces antes de volver al norte.
Costa del Sol: solera y sol, en cantidades industriales
Málaga y su Costa del Sol no necesitan presentación. Con más campos de golf que días nublados y pueblos blancos que parecen de postal, esta zona lleva décadas enamorando a turistas y jubilados (locales y foráneos). Glamour, calor… y esa seguridad de que, pase lo que pase, al menos el sol está garantizado.
Costa de la Luz: viento, marisco y horizonte
Huelva y Cádiz miran al Atlántico y brillan por derecho propio. La “Costa de la Luz” es salvaje, abierta, llena de surfistas, atunes rojos y puestas de sol que se recuerdan. Y si el día está claro… puede que incluso veas África al fondo.
Costa Verde, que te quiero verde
Rías Baixas aparte —maravillosas y con ritmo propio entre albariño y marisco—, lo que hoy se conoce como Costa Verde engloba desde las Rías Altas gallegas, pasando por Asturias y Cantabria, hasta el País Vasco occidental. Es un término relativamente reciente, pero muy acertado para describir esta franja atlántica-norteña donde el verde lo cubre todo, hasta casi la orilla.
Aquí, los acantilados se alternan con playas salvajes y los pueblos marineros conservan su autenticidad. Hay sidra fresca, vacas con vistas y eucaliptos mecidos por la brisa. ¿Llueve? A menudo. ¿Importa? No mucho, cuando el ambiente compensa con creces. Ideal para quienes prefieren el pulpo á feira al pescaíto frito, y cambiar el chiringuito por un paseo en el robledal.

Costa Vasca: surf, pinchos y cine
La Costa Vasca no se anda con medias tintas. Aquí el Cantábrico ruge con carácter, los acantilados imponen respeto y la gastronomía se celebra como una religión. Es tierra de surfistas, de parrillas humeantes y de bares donde un simple pintxo te puede cambiar el día. Y si te gusta el cine, apunta septiembre: el festival de cine de San Sebastián es toda una institución con vistas a la bahía.
¿Y tú, con qué costa te quedas?
Desde los riscos salvajes de la Costa Brava hasta la calma luminosa de Alicante, pasando por un pulpo á feira frente al Atlántico o una puesta de sol en Cádiz que parece no acabarse nunca, cada costa tiene su propio carácter, su ritmo… y su sabor.
Ya sea para una escapada que se alarga más de la cuenta o para dar el salto y cambiar de vida, hay una costa que encaja contigo. Solo tienes que dejar que te encuentre.
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